La red de alcantarillado se inicia con Carlos III
No hay más que introducirse por cualquier registro del alcantarillado. Son las puertas que dan acceso a un Madrid impensable y desconocido. Un laberinto de 4.500 kilómetros de galerías, conducciones, tubos y canales, un auténtico reino de tinieblas y agua.
Cada calle madrileña tiene su correspondiente alcantarillado y como ellas, no todos son iguales, explica el jefe del Departamento de Alcantarillado del Ayuntamiento de Madrid. Conducen las aguas residuales a las ocho estaciones depuradoras de la capital.
Estas infraestructuras subterráneas se clasifican en visitables, aquellas por las que puede entrar el hombre y no visitables pues su tamaño más pequeño no admite nuestra entrada. La longitud total de las primeras supera los 1.400 kilómetros.
Los colectores suelen estar acordes con la calle bajo la que transitan. Los más importantes son los de la Castellana, Ciudad de Barcelona, los Abroñigales (bajo la M30) y los de los márgenes del Manzanares. Estas alcantarillas suelen ser también las más largas, superando los 10 kilómetros. Por ellas puede irse bajo tierra desde el Puente de Vallecas hasta la Plaza de Castilla.
La historia del alcantarillado madrileño se remonta a los tiempos del rey alcalde, en la segunda mitad del siglo XVIII. «Fue en tiempo del reinado de Carlos III cuando aparecieron las primeras alcantarillas. Eran de piedra y se construyeron en la zona del Palacio de Oriente».
No eran sin embargo las primeras conducciones subterráneas de la capital. Los árabes habían levantado mucho antes, en lo que ellos llamaban Magerit, los llamados viajes del agua, conducciones subterráneas que abastecían las fuentes. «La gente los confunde con las alcantarillas, pero no tienen nada que ver; servían justo para lo contrario: traían agua para el consumo, no para evacuar la utilizada». Hubo de esperar hasta mediados del siglo XIX para que se construyese una auténtica red de alcantarillado. Se hizo cuando el Canal de Isabel II trajo agua a Madrid.
Tras la Guerra Civil, en los años 60 y coincidiendo con un notable desarrollo urbanístico, el alcantarillado creció otro tanto. En la siguiente década se puso en marcha el Primer Plan de Saneamiento, que aseguró la depuración del total de las aguas residuales madrileñas.
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